La tónica a la hora de afirmar las garantías de usar un combustible u otro por parte de distribuidores y compañía petroleras es la de ‘no mojarse’. ¿Se nota el combustible caro respecto a otros?
La respuesta es sencilla y rotunda: no. El carburante que se suministra a las gasolineras españolas procede del mismo punto que son las refinerías que poseen Repsol, BP y Cepsa a lo largo del territorio nacional para ser posteriormente distribuido por la Compañía Logística de Hidrocarburos (CLH). Esta entidad es la encargada de distribuir los combustibles que se suministran a todas las operadoras que trabajan en suelo español, es decir, se encarga de que todos reciban la misma materia prima en su estado virgen.
Una vez que se recibe la materia prima, el distribuidor es el encargado de añadir sus aditivos y propios activos para tratar de mejorar las propiedades del combustible original. Antiespumantes, correctores de humedad, tintes en el caso de carburantes especiales, etc. Son los protagonistas. Cada empresa realiza su proceso de forma independiente y con alto secretismo invirtiendo grandes cantidades publicitarias en dar ‘bombo’ a su mejorado combustible.